12 de junio de 2016

A LOS PIES DEL MAESTRO





                               
                                    La bondad solo puede florecer en libertad. No puede hacerlo en un terreno de persuasión en ninguna de sus formas, ni tampoco por la fuerza o como resultado de una recompensa. No aparece mientras haya alguna clase de imitación o conformidad, y, como es natural, no existe cuando hay temor. 

La bondad se revela a sí misma en la conducta, y esa conducta se basa en la sensibilidad; esa bondad se manifiesta en la acción. El movimiento del pensamiento no es bondad. El pensamiento, que es muy complejo, debe comprenderse, y esa misma comprensión lo despierta de su propia limitación. La bondad se manifiesta en la conducta, en la acción y en las relaciones. Por lo general, nuestra conducta diaria se basa en seguir ciertos patrones -mecánicos y por la tanto superficiales- o siguiendo algún motivo meticulosamente calculado basado en la recompensa o en el castigo. Así, nuestra conducta, consciente o inconscientemente, es calculada. Esto no es una buena conducta. Cuando uno se da cuenta de ello, no solo intelectual o verbalmente, entonces, de esa negación total surge la conducta verdadera. 

Lo único que realmente importa es que haya una acción de bondad, amor e inteligencia en el vivir. ¿Es la bondad individual o colectiva, es el amor personal o impersonal, es la inteligencia suya, mía o de otro? Si es suya o mía, entonces no es inteligencia, amor o bondad. Si la bondad es un asunto individual o colectivo que depende de las preferencias o de las decisiones particulares de uno, entonces no es bondad. La bondad no está en el patio de lo individual ni en el campo abierto de lo colectivo; la bondad solo florece cuando está libre de ambos. La esencia de la bondad es una mente que no está en conflicto. Examínelo, mírelo. 

La bondad no puede florecer a través de otro, a través de una figura religiosa, de un dogma o una creencia; solo puede florecer en el terreno de la atención total. La bondad implica una gran responsabilidad. No pueden ser buenos y permitir las guerras. Así, un hombre verdaderamente bueno es totalmente responsable de la totalidad de su vida. La bondad no tiene opuesto. La mayoría consideramos la bondad como el opuesto de la maldad o del mal, y así, a través de la historia, en todas las culturas, la bondad ha sido considerada como la otra cara de aquello que es violento. Por lo tanto, el hombre siempre ha luchado contra el mal con el fin de ser bueno; pero la bondad no puede manifestarse jamás si existe cualquier forma de lucha.

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