28 de enero de 2016

Música y su presencia en la naturaleza y la Creación





“El hombre camina erguido y se sostiene de pie gracias al oído. De igual modo, gracias al oído es capaz de expresarse, escuchar y pensar”
 -Alfred Tomatis.


Desde el principio de los tiempos, la humanidad ha percibido el poder de la vibración, el ritmo y el sonido. En muchas culturas, la creación se describe con un sonido o vibración primordial que creó la materia desde el Silencio. Los antiguos chinos y egipcios consideraban la música un elemento fundamental, el que reflejaba los principios rectores del Universo. Se creía que la música tenía el poder de elevar o degradar la psique, de cambiar el destino de civilizaciones enteras. En consecuencia, los seres humanos han hecho música a lo largo de toda la historia para celebrar el cambio de las estaciones y señalar ceremonias de pasaje las transformaciones en la vida de cada miembro de la comunidad, y han usado el ritmo para inculcar el sentido de unidad entre los miembros de tribus y otros grupos.

Ahora, cuando un milenio acaba y otro comienza, la ciencia está confirmando la verdad que había detrás de esta intuición antiquísima. Un artículo aparecido recientemente en “Nueva Ciencia”, nos dice que en el comienzo del Universo, el sonido, en forma de ondas vibratorias, podría haber contribuido a organizar la increíble estructura de grupos de galaxias y enormes vacíos que actualmente sabemos que existen en el firmamento. Sabemos que la Luna vibra, “suena” como una campana, en un proceso llamado “armónicos de las esferas”, tal vez en reacción a un choque con un meteorito producido en épocas remotas. De modo similar, el efecto vibratorio de las ondas de las explosiones solares generan sonidos que satélites de la NASA han grabado y que su sonido es semejante a la cuerda de una guitarra. También las ondas sísmicas (terremotos), aunque pequeñas, provocan maremotos, con olas que pueden hacerse enormemente altas. La música es vibración, ondas de energía que nos transmite vida.

La música, el ritmo, el tono y la vibración del sonido sirven para organizar la materia, para crear estructuras en el espacio y el tiempo. Sus efectos son claros y medibles, no sólo en los objetos físicos sino también en entidades biológicas. Llegando al cerebro humano a través del oído, la música interacciona a nivel orgánico con una variedad de estructuras neurales. De hecho, la investigación científica actual indica que esta interacción ha ido dejando su huella en la fisiología humana a lo largo de los milenios. El hecho de que dos tercios de los cilios (los miles de vellos diminutos del oído interno ordenados como las teclas de un piano) reaccionan solamente a las frecuencias “musicales” más altas (3.000 a 20.000 hercios) sugiere que en alguna época los seres humanos se comunicaban principalmente con canto o sonidos. Una hipótesis es que la comunicación humana fue modificándose del canto, a gruñidos tipo primate, hasta finalmente llegar a lo que reconocemos como habla moderna.

Tal vez por eso los bebés, los recién nacidos, e incluso los fetos, de todo el mundo, tienen una extraordinaria receptividad a la música. En diversos estudios se ha comprobado que el cerebro del bebé es capaz de reconocer unidades estructurales de la música tales como la tonalidad, la altura y el ritmo. Los sistemas que usa el cerebro para procesar la música o bien son idénticos a los sistemas que usa para la percepción, la memoria y el lenguaje, o bien están ligados fundamentalmente a ellos. El doctor Jamshed Bharucha, psicólogo del Dartmuth College, ha sugerido que la creación de música organizada es una consecuencia inevitable del desarrollo del cerebro. En un experimento, Bharucha hizo “escuchar” música a un modelo de cerebro de ordenador; la capa de células responsables de reconocer notas individuales rápidamente señaló otra capa, cuyas células aprendieron a reconocer acordes. Estas células señalaron a su vez una tercera capa de células, que pronto aprendieron a reconocer grupos de acordes como pertenecientes a diferentes tonalidades. Puesto que Bharucha no había programado el modelo de cerebro para reaccionar de esa manera, su teoría es que las formas de música simplemente reflejan la estructura organizadora del cerebro humano en desarrollo. Tal vez, concluye, por eso encontramos tan agradable la música.

El Lenguaje de la música, la Música del Lenguaje

La escucha tiene una fascinante relación con una amplia variedad de habilidades, entre ellas el equilibrio, la postura, la musicalidad, el enfoque de la atención, la capacidad lingüística y la expresividad.

La música es mágica en su capacidad para formar conexiones entre los corazones de los seres humanos a través del ritmo, la voz y la melodía. Una vez establecido ese vínculo, es igual de milagrosa para llevar la mente del ser a nuevos conocimientos intelectuales y capacidad expresiva. La familiaridad de la voz de la madre para un bebé, o del padre (sus ritmos cautivadores, su entonación y variaciones de altura) produce un entusiasta proceso de escucha. En otras palabras, el amor crea un campo de atención que lleva a su vez a mayor aprendizaje y dominio de habilidades. En estudios realizados, se ha comprobado que las actividades musicales en grupo continuadas que incluyen canto favorecen el desarrollo motriz, la capacidad lingüística, el pensamiento conceptual abstracto y la originalidad en los niños. Ciertamente hacer música con frecuencia, no sólo en las clases sino también en la casa, todos los días, puede significar un progreso en la vida de tu hijo, no sólo en el plano intelectual y musical sino también en el emocional. Los niños sienten alegría, bienestar y amor cuando comparten una clase con una persona querida. Moverse al ritmo de la música da a los niños la oportunidad de desarrollar el sentido del tiempo, la coordinación, la creatividad y la habilidad para resolver problemas. Nada integra tanto a los niños como la música. La buena música aporta mucho más de lo que nos llega al oído.


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