9 de mayo de 2019

El Aferramiento




El aferramiento es la fuente de todos nuestros problemas. Puesto que, para nosotros, la impermanencia equivale a angustia, nos aferramos desesperadamente a las cosas, aun cuando todas las cosas cambian. Nos aterroriza desprendernos de ellas; de hecho, nos aterroriza vivir, ya que aprender a vivir es aprender a desprenderse. Y ésta es la tragedia y la ironía de nuestra lucha por retener: no sólo es imposible, sino que nos provoca el mismo dolor que intentamos evitar.

La intención que nos mueve a aferrarnos no tiene porqué ser mala en sí; el deseo de ser felices no tiene nada de malo, pero aquello a que nos asimos es inasible por naturaleza.

Los tibetanos  dicen  que   no se  puede  lavar  dos  veces la misma mano sucia en el mismo río, y que “por mucho que estrujes un puñado de arena nunca le sacarás aceite”.

Sogyal Rimpoché


 En su monasterio de Nepal, el más anciano de los discípulos de mi maestro que aún seguía con vida, el gran Dilgo Khyentse Rimpoché, llego al fin de una enseñanza. Era uno de los maestros más destacados de nuestra época, profesor del propio Dalai Lama y de muchos otros maestros que lo consideraban un tesoro inagotable de sabiduría y compasión.    Todos alzamos la mirada hacia ese hombre apacible y resplandeciente, erudito, poeta y místico que había pasado veintidós años de su vida en retiro. Dilgo  Khyentse  Rimpoché hizo una pausa y   contempló la lejanía:


Muchas veces me pregunto: “¿Cómo es que todo cambia?”

Y sólo encuentro una respuesta:
Así es la vida. Nada. Nada en absoluto posee el menor carácter duradero.

Buda dijo
Esta existencia nuestra es tan pasajera como las nubes de otoño.
Observar el nacimiento y muerte de los seres es como contemplar los movimientos de un baile.

La vida entera es como un relámpago en el cielo; se precipita a su fin como un torrente por una empinada montaña.

Sogyal Rimponché  
El  Libro Tibetano de la Vida y la Muerte                                                                                                                                                  
Tengo ya setenta y ocho años y a lo largo de  mi vida he visto muchas cosas. Muchos jóvenes han muerto, muchas personas mayores han muerto. Muchas personas encumbradas han descendido. Muchas personas de humilde posición se han encumbrado. Muchos países han cambiado. Ha habido muchos desórdenes y tragedias, muchas guerras y plagas, mucha y terrible destrucción en todo el mundo. Y, no obstante, todos estos cambios no son más reales que un sueño.   Si se mira a fondo, se advierte que no hay nada permanente ni constante, nada, ni siquiera el menor pelo del cuerpo.Y esto no es una teoría, sino algo que realmente podéis llegar a conocer, percibir y ver incluso con vuestros propios ojos.





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