11 de octubre de 2015

SABIDURÍA

Por eso oré, y me fue dada la prudencia, supliqué, y descendió sobre mí el espíritu de la Sabiduría.

La preferí a los cetros y a los tronos, y tuve por nada las riquezas en comparación con ella.

No la igualé a la piedra más preciosa, porque todo el oro, comparado con ella, es un poco de arena; y la plata, a su lado, será considerada como barro.

La amé más que a la salud y a la hermosura, y la quise más que a la luz del día, porque su resplandor no tiene ocaso.

Junto con ella me vinieron todos los bienes, y ella tenía en sus manos una riqueza incalculable.

Libro de la Sabiduría  7,7-11

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